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Por Dr. Daniel Urcía

El espejismo de la faena de abril y los problemas sin resolver de la cadena cárnica.


Daniel Urcía, Presidente FIFRA



Por Daniel Urcía, Presidente de Fifra

La faena de abril fue alta porque hubo más días hábiles, pero en realidad hubo una reducción del trabajo diario en los frigoríficos así como menos participación de la exportación en el negocio. La demanda interna por fortuna absorbe todo lo que se le ofrece pero ajusta por precios y eso afecta a toda la cadena productiva que sigue enfrentando problemas de pendiente y necesaria solución, entre otros, los fiscales.


En abril la faena vacuna sumó 1,2 millón de animales y eso generó ciertas expectativas, pero nuestro análisis indica que en realidad cayó 5% respecto de los meses previos. El crecimiento en el número absoluto tuvo fue consecuencia de que hubo más días hábiles, pero en realidad la faena diaria fue menor. Cuando se pone la lupa sobre los datos de la faena del cuarto mes del año nos encontramos con que hubo 22 días hábiles lo que determina una faena diaria de 53126 animales. En marzo hubo 19 días de trabajo y en febrero 18, esto da cuenta de una disminución de la actividad de aproximadamente un 5% respecto de esos meses y podemos decir que se empata el registro de enero. Como indicamos en la editorial de marzo, que se publicó días antes de la declaración de emergencia y aislamiento, estábamos notando una mejoría del consumo interno que sostenía la actividad y el análisis de la faena de Abril ratifica lo dicho. El consumo interno creció entre 4 y 5 kilos por habitante y se basa en el precio competitivo que tiene la carne vacuna respecto al resto de los productos alimenticios. La situación que vive el mercado local, la demanda interna, que absorbe más carne vacuna a precios convenientes para el consumidor, afecta particularmente al sector porcino y eso se refleja en la muy importante caída del valor del capón. Siguiendo con el análisis de lo ocurrido en abril con la faena vemos que la exportación, según el estudio hecho por el área de análisis económico del IPCVA, tuvo una participación en la producción total del 22,3%, lo que fue inferior a marzo cuando llegó a 24,3% e incluso inferior a abril de 2019 cuando representó el 23,6%. Por otro lado, como ya lo hicimos en otras oportunidades, cantidad no es sinónimo de rentabilidad. El volumen ayudó a reducir costos como ya lo dijimos y sirvió para amortiguar los efectos del coronavirus pero el escenario a futuro es absolutamente incierto. El valor de recupero de faena ha caído estrepitosamente, un cuero que representa un costo de disposición, pérdida de valor de menudencia, sebo y hueso, conllevan a que el matarife tenga que pagar por el servicio de faena y a que la industria también tenga mayores costos productivos. El ajuste de precios de la carne y esa suba de costos se trasladó al precio de la hacienda en mayor medida que al precio de venta al público. En ese marco la suba en los valores del pago a cuenta de IVA, herramienta ideada para controlar la marginalidad, complica aún más la situación del titular de faena generándole saldos técnicos de ese impuesto. Con respecto al IVA recordamos que el sector en su conjunto para evitar ese “sobrecosto” en el titular de faena solicitó al gobierno anterior la modificación de la normativa correspondiente adecuando la alícuota de faena al 10,5%, corrección que nunca comprendieron y que anhelamos que el nuevo Congreso que empieza a sesionar sea capaz de corregirlo. Esa corrección es necesaria porque la distorsión fiscal que se genera se traslada al valor de la carne vacuna en la góndola y, cómo lo demuestra FADA en su informe, es el Estado el responsable del mayor aporte en la composición del precio final ya que se queda con el 30% del ingreso de dinero a la cadena cárnica. La situación de emergencia por coronavirus preocupa a toda la cadena, más aun teniendo a la vista los efectos que está produciendo en Estados Unidos. En nuestro caso por las medidas de aislamiento masivo, de prevención en empresas y la responsabilidad de los trabajadores, por el momento podemos decidir que se ha contenido, pero no estamos ajenos a tener problemas a futuro. Las empresas han asumido el costo de afrontar los salarios del personal en riesgo (por razones de edad o de salud) y sacrificado kilogramos de producción para permitir el trabajo con mayor distanciamiento y todo el costo que ello significa ha sido absorbido por el sector empresario. Para completar el cuadro de complicaciones debemos hacer referencia también al problema logístico por falta de contenedores y capacidad en buques lo que ha hecho que la demanda por uso de almacenamiento de frío haya crecido notoriamente, con costos en alzas y precios de venta en baja. Todo este cuadro de situación nos lleva a decir con convicción que el número de faena de abril es solo un espejismo de la verdadera situación en que se encuentra el sector, que termina perjudicando a los eslabones productivos: al ganadero que asume el riesgo productivo y que no obtiene la recompensa correspondiente sino que sufre el traslado de los problemas internos al precio de la hacienda pero también al sector frigorífico por todo lo enumerado anteriormente, problemas que requieren no sólo atención sino sobre todo de resolución.

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