En “La Morena” Alejandro Piri y su familia no sólo producen carne: montaron una escuela de carniceros para contar con mejores recursos humanos y se fascinaron con las consecuencias que causaron en la gente
La historia de Alejandro Piri es la del ave fénix con ribetes de un western. Su papá era matarife y como tal tenía su reparto de carne en el conurbano bonaerense. Los vaivenes de la economía argentina y los problemas propios del negocio le jugaron en contra y para desgracia y tristeza de su familia se fue joven, con 50 años. en el año 98.
La relación de Alejandro con él era muy cercana, desde los 10 años que lo acompañaba en algunas cuestiones laborales y desde chico mamó todo lo vinculado al negocio cárnico.
Cuando falleció su papá se hizo cargo de la familia, tenía hermanos más chicos, a su mamá y un negocio que continuar. Con menos de 30 años asumió las responsabilidades que la vida le pedía.
Pero el destino le jugaría una muy fea pasada. Pocos años más tarde y cuando el país estaba en llamas ante la inminencia de la crisis de fines de 2001 recibió dos balazos en un salto mientras repartía carne.
Fue otro momento bisagra en su vida y la de su familia. Decidió desarmar todo el negocio y se radicó en Gualeguaychú, Entre Ríos, simplemente porque de toda la vida le encantó esa provincia. Allí se propuso empezar desde cero. “Tuve suerte porque recibió ayuda de gente muy buena que me dio una mano grande para comenzar y todo lo que iba ganando lo iba invirtiendo en el negocio”, dijo Alejandro.
Los inicios fueron difíciles, contaba con un camión que había dejado de ser moderno hacía un tiempo y los números eran finitos. “Me vine con un camión, un Fordcito viejo y con 12.000 pesos y las cámaras. Festejamos cuando pudimos comprar cubiertas nuevas” contó el empresario.
En esos años la familia permaneció en Lanús, localidad del conurbano y él viajaba cada tanto y a veces muy de vez en cuando a verlos, otras veces iban su esposa e hijos a Gualeguaychú. “no tenía nada así que dormíamos en el piso de un galpón”.
Detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, reza el dicho y Piri da fe de eso: “sin la ayuda de mi esposa (Valeria Bogoni) que hoy dirige conmigo la empresa nada hubiera sido posible. Es de fierro. Me sostuvo y bancó siempre y gracias también a ella llegamos donde llegamos”.
¿Pues a dónde? Hoy Piri tiene un frigorífico ciclo 2 que cuenta con las más modernas instalaciones y maquinarias y un plantel de 70 empleados. Lo inauguró hace pocos años, pero mucho antes que su casa que recién terminó hace pocos meses, porque siempre el dinero lo destinó a armar la empresa, dar empleo y formar a sus trabajadores.
La Morena por ahora faena en otro frigorífico y luego en su planta hace la despostada de medias reses propias o de terceros que salen de la planta en cortes envasados al vacío que se venden en diferentes provincias.
Para este empresario es clave la formación de su personal, no sólo en función del trabajo sino también porque tiene plena conciencia de su responsabilidad social.
Por eso armó una escuela de carniceros dentro de la empresa. La intención es dar salida laboral a muchas personas que no encuentran destino y que en muchos casos migran a otros lugares donde esperan encontrar más oportunidades.
“Hicimos convenios con escuelas y los chicos empezaron a venir y a aprender a manejar la maquinaria, a entender que había un futuro para ellos si se formaban y así frenamos el desarraigo de muchos”, explicó.
Actualmente en la escuela de carniceros tienen 32 chicos en formación y que recibirán un título oficial que avala el estudio realizado y con el cual pueden ir a pedir trabajo a otras empresas o montar su comercio.
“Es todo un orgullo para nosotros porque nos encontramos con muchas situaciones de chicos que tal vez no tenían futuro y hoy el estacionamiento del frigoríficos está cada vez más lleno de autos y motos de gente que viene a aprender. Eso nos llena de orgullo porque vemos que funciona esto de convencer al chico o mostrarle a las personas que hay futuro, que no se queden con la idea de que todo está hecho bolsa o que la empresa es el enemigo de la sociedad” agregó.
“Lo que tratamos de explicarles es que cuando un empleado entra al trabajo la puerta, la silla, la herramienta, todo eso es suyo porque son los insumos de su trabajo con el que sostiene a su familia y puede proyectar su futuro, no son objetos de la empresa, son su trabajo, son de él”, explicó Piri.
De esa escuela de carniceros surgieron varios empleados que hoy cumplen funciones de liderazgo en el plantel.
La experiencia de Alejandro emociona, él se emociona mientras la cuenta, y es tan valiosa y necesaria su difusión que fue invitado a participar en Buenos Aires de una conferencia para que cuente su experiencia.
“Hay que repetir esto en todos lados. Tenemos que convencer al resto de que hay que hacer esto. No tenemos que pensar que los chicos, porque les dan un plan, no tienen más futuro. Cuando vos les demostrás que pueden con el laburo, los chicos no paran”.
Piri es un entusiasta de su trabajo, del negocio, un apasionado que le está cambiando la vida a mucha gente en su ciudad.
“Tenemos empleados que se están construyendo la casa gracias a su trabajo” con todo lo que eso significa para una personas en Argentina, contar con un trabajo estable y el techo implica tener tranquilidad y cuidar del crecimiento de sus hijos”, explicó.
Alejandro tiene 50 años y un empuje que se ve pocas veces. Por eso en la Morocha van por más. Están haciendo una obra para duplicar la capacidad de funcionamiento del ciclo 2 lo que implicará contratar más gente y dar más oportunidades laborales en la región.
Crédito: Alejandro Piri
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