La analista del Rosgan María Julia Aiassa destaca el alto volumen de faena de los últimos meses y altera por el incremento especialmente de la categoría de vacas que se impulsado por una seca que no da tregua.
Tras varios meses de seca comienzan a plasmarse en números uno de los efectos más elocuentes de esta realidad, el número de vacas que mes a mes se está enviando a faena, vientres que dejarán de estar productivos en el presente ciclo. De acuerdo a los datos de faena informados por la Dirección Nacional de Control Comercial Agropecuario (DNCCA), en los dos primeros meses del año la faena de vacas supera las 390 mil, lo que representa un crecimiento del 24% respecto de lo faenado un año atrás. Febrero, con 193 mil vacas enviadas a sacrificio, es el tercer mes consecutivo en superar los registros del año previo lo que marca de manera muy elocuente la expulsión de vacas que está generando a causa de la seca.
Otro indicador de esta expulsión o venta forzosa de vacas es la drástica caída en los pesos de faena que registra esta categoría. Durante el mes de febrero, el peso medio por res de vaca en gancho se situó en los 219kg contra 226kg obtenidos en febrero pasado. Pero si observamos el recorrido de estos números que vemos que el registro del mes pasado representa el noveno mes consecutivo en caída interanual. Desde el mes de junio de año pasado, la faena de vacas ya viene registrando menores rendimientos al gancho en relación al año previo, lo que refleja el bajo estado corporal con el que salen de los campos.
Esta misma pérdida de kilos es, a su vez, el reflejo del estado de la vaca que sigue estando en el campo, donde la oferta forrajera debe ser suficiente para, en primer lugar, cubrir sus requerimientos nutricionales, luego para producir leche suficiente para criar al ternero y, recién en tercera instancia, para mantener su ritmo de ciclado que asegure una correcta preñez. Por tanto, bajo las actuales condiciones, es altamente probable observar una fuerte caída en las preñeces, especialmente en aquellas zonas donde la sequía ha estado golpeando de manera más severa. Sin duda este es un factor que termina acelerando el rechazo de vacas vacías que, en otras circunstancias, permanecerían en producción hasta el próximo servicio. Actualmente, las zonas ganaderas más complicadas por la seca se localizan en el NEA, en provincias como Corrientes, Chaco y Formosa, pero también en áreas centrales como Santa Fe, Entre Ríos y centro-norte de Buenos Aires.
Un cálculo realizado en base la clasificación por condición de sequía que publica el SISSA (Sistema de Información de Sequías para América del Sur), apoyado en el último dato disponible de stock ganadero, arroja que el 25% del stock nacional de vacas se encuentra en zonas bajo condiciones de sequía clasificadas como “severa” a “extrema”, lo que equivale a unos 5,6 millones de vacas.
En 2022, la faena de vacas registró un total de 2,38 millones de cabezas, equivalentes al 10% del stock inicial de dicha categoría. Durante la seca de 2009, la faena de vacas marcó un pico de 3,175 millones de cabezas, equivalentes al 14% del stock registrado en aquel entonces. De un año a otro, la seca se cobró unas 365 mil vacas más que debieron ser enviadas a faena. Extrapolando el ritmo de faena que se viene registrando en los últimos meses y dependiendo de cuánto tiempo más se prolongue ésta seca, la faena de vacas podría alcanzar este año entre 2,7 y 2,9 millones de cabezas.
Esta sobreoferta de vacas, que ya está llegando al mercado sin una tracción equivalente por el lado de la demanda, conduce indefectiblemente a un derrumbe de valores, especialmente para este tipo de hacienda liviana que necesariamente debe salir de los campos.
En efecto, durante la última semana, los valores de la vaca de conserva en el Mercado Agroganadero llegaron a marcar pisos de hasta $150 el kilo, prácticamente los mismos pesos corrientes o menos que los pagados un año atrás, luego de una inflación cercana al 100%.
Comparativamente, el novillito liviano que, un año atrás cotizaba a $300 el kilo en esa misma plaza, hoy se coloca a $540 el kilo, esto es un 80% de incremento interanual.
Si bien, sigue perdiendo contra inflación, su evolución resulta mucho más benigna que la de la vaca cuyo valor actual, aplicando esta misma corrección, debería estar rondando los $280 el kilo como efectivamente se ha visto, previo a esta salida masiva de hacienda. Esta pérdida de valor comercial sumado a la pérdida de kilos logrados en la balanza, son los que en definitiva conducen a un proceso de descapitalización creciente para el productor, que demanda mayores ventas para sostener los ingresos y presiona la gestación de un proceso de liquidación
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